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La interminable tarea de crear

Como nos lo recuerda la filósofa Lee Teles, en el 2007: “la creación es inherente a la vida”... todos los seres estamos en constante relación, donde ésta nos permite de alguna manera, una forma infinita de probabilidades, donde lo diferente interactúa formando relaciones cada vez más complejas. Esta libertad o esta forma de ejercer la libertad, es ética: es la misma forma en que conocemos o racionalizamos el universo, a través de nuestra propia creación, a la vez que enriquecemos la nuestra y la de los demás (colectiva). Este bucle, se retroalimenta creando siempre más y más singularidades... luchando siempre éstas, por su libertad y sus ganas de ser únicas. Pero la forma en que está el mundo hoy día, entorpece ese batir de alas... dificulta el vuelo de estas singularidades individuales y colectivas, provocando así, impotencia en las formas de creación únicas; hundiendo de esta forma la vida, generando pobrezas mentales, materiales y espirituales. El Psicólogo Felix Temporetti, dice: “la universidad pública del estado, no puede cerrar los ojos a la extrema situación de exclusión, de marginación social, de pobreza, de desorientación, a la que ha llevado la globalización capitalista, a grandes mayorías de la población.” Vivimos en un mundo donde lo cotidiano y lo “normal”, es lo adecuado... donde callar, no decir, la ceguera, es lo correcto... vivimos desilusionados, donde los modelos de nuestra vida son únicos; nadie es igual a mí y, sin percatarnos, vivimos nuestra vida “única e irrepetible” como una singularidad colectiva, regulados por dispositivos de poder que nos dicen qué hacer, qué decir, qué pensar... no somos libres, estamos ciegos o mejor dicho: vemos lo que nos dejan ver, como las anteojeras de los caballos que no les permiten ver hacia los costados. Lee Teles nos lo recuerda: “tenemos la ilusión de vivir una vida propia y vivimos una vida regulada por las formas de los dispositivos de poder y los valores morales, que ya no son metafísico-religiosos, sino económico-técnicos”. El trabajo nos iguala a todos y nos lleva a estar inmersos en el sistema económico imperante, en el momento histórico regente. A la vez, esas mismas políticas económicas, ponen a miles de personas en el lugar de la desocupación. Pero, como nos vuelve a decir Lee Teles, “nada de esto se reconoce”... se lucha porque exista un clima de no creación, de falta de alegría. No hay forma de justificar esta ceguera y cualquier planteo de parte de la política o la ética, no es más que tratar de no dejar ver una realidad injusta, donde las riquezas están mal distribuidas y los modos de producción fallan. A partir de lo que expresa Freud en su escrito “El malestar de la cultura”, es la paradoja del ser humano, que se afana por crear una civilización, en vistas de un mayor bienestar y cuyo resultado, sin embargo, ha sido negativo, pues las instituciones destinadas a regular las relaciones humanas (la religión, el derecho y también la ética), son causa de represión y malestar, ya que por medio de ellas, la razón impone deberes, sin tomar en cuenta las posibilidades de los individuos y la búsqueda natural del placer. ¿Causa y efecto? No todo es causa y efecto, como nos han enseñado a repetir: esto no es más que otra forma de dominar y así, la muerte, el nacimiento, el amor, el arte, son para nosotros asimilados por los sentimientos y no por el pensamiento, perdiendo así la magia de crear, como en la poesía... aunque la vida sea más que eso y luche para expresarse, para hablar, para contarnos de la alegría de vivir. En esta línea, la libertad convierte la idea de la “realidad como única verdad”: vivir en realidad dentro del sentido común (muchas veces el menos común de los sentidos), nos engaña a reducirnos a lo que hay y nada más, encarcelando el derecho de ser diferente, de vivir otra realidad, promoviendo el adormecimiento y la injusticia, sesgando el porvenir a la oportunidad de lo nuevo, de lo diferente, de la fantasía, de la locura... libertad que transforma la propia realidad y la del otro, aceptando una y muchas realidades. Libertad a la vida, a la muerte, a la creación, al devenir del pensamiento... se encuentra así libertad, creándose una pertenencia con el tiempo, transformándose, aceptando y afirmando, retroalimentando con la creación, proliferando, creando así una doble afirmación de la vida, que pugna por la alegría. ¿Pero qué pasa cuando las relaciones de poder no dejan respirar, no permiten crear, no dejan desarrollar la expresión de la propia libertad? La libertad lucha, se revela. La transformación de la vida, se puebla de acontecimientos entre los seres y el tiempo. Llenan nuestra memoria, atraviesan nuestros cuerpos y sin que nos demos cuenta, estos acontecimientos son los mismos, fuera y dentro nuestro... nos cuentan cómo somos, de los hechos que la forman, encontrando en lo que acontece a nosotros mismos y a los demás, donde la ética se vuelve “amor fati”, dice Lee Teles; yendo más allá de todo, en esta doble afirmación, afirmando lo que sucede en lo que sucede. Los dispositivos de poder ven un camino fácil, cuando se pierde la relación entre los seres, cuando la potencia individual y colectiva se debilitan por un aislamiento de los seres entre sí; se repliega la potencia, dejando camino fértil al control y la sujeción, perdiendo así la creación, la libertad. Tapando con un manto de mentiras los acontecimientos, bloquean la transformación, dominan el cambio, tratando de que todo permanezca siempre igual... pero hay momentos, en que ese cambio se vuelve insostenible y se transforma individualmente y al mundo en consecuencia... pero es la afirmación del acontecimiento, la que genera el pliegue y despliegue de una temporalidad retornante, para realizar el ejercicio ético que no es más que un “pensamiento político, en relación a la vida” (Lee Teles). La relación que se da entre el tiempo y la política, puede ser toda una sorpresa por el hecho que la política no queda oprimida al tiempo, sino que da una visión del mundo-afuera. De esta manera la política se vuelve arte: es la que realmente entiende qué sucede en lo que sucede y mucho más... es capaz de entender a los seres en sus deseos, en sus acontecimientos, en sus impulsos, sus alegrías y tristezas... es capaz de ver más allá... puede entender las relaciones de los seres y ponerse en sintonía con ellos, con el universo, captando así, más que una simple relación recíproca de comunicación entre ellos. El pensamiento-acción en sintonía con el tiempo, sigue en pie y pone en marcha como afirmación creadora, nuevas formas de abrirse en lo afectivo y de esa manera, mostrarnos una nueva forma de ver el mundo... otra manera de resolver los conflictos, otro punto de vista que nos indique, que no siempre lo instaurado es la única verdad. Filosofía, preguntas y… ¿respuestas? De este modo, encontramos que la filosofía encuentra soluciones a los problemas y a la vez, crea los problemas que responde, creando un círculo que se autoalimenta y parece no tener fin. De tal forma que esas mismas cuestiones, parecieran ser las que resisten lo instaurado y de la misma manera, nos cuentan de las diferencias colectivas e individuales que nos llevan a realizarnos las preguntas que respondemos, con nuevas preguntas. La filosofía alcanza el cenit siendo filosofía política, donde una se vuelve otra... o la otra, una. La “Ontología del Devenir”, dice Lee Teles, se relaciona con la política y pone en marcha un pensar-acción, que muestra lo individual que transforma el colectivo, estimulando este último... las respuestas cambian, cuando el problema muta; de esta manera, las respuestas claras no interesan, sino que al contrario: las preguntas son las que forman el problema... un pensamiento activo que no descansa en lo ya dicho o en lo que ya sabemos... un pensamiento crítico de sí mismo, donde se entrelace la política, con la ética y con la vida... una política y una ética, que se han separado de la vida, restringiendo así, la forma en cómo un pensamiento crítico resiste al control, a la dominación de lo singular... ética relacionada solo con la moral y la política, solo a lo político. Cuando se separan de la vida, la ética y la política, perdemos la habilidad de cuestionarnos las preguntas que no tienen respuestas. De esa forma, no solo perdemos la habilidad de crear, de crecer, de amar, sino lo más importante: perdemos la cualidad de cuestionarnos "¿qué es la libertad?" Cuando esta pregunta falta, lo que realmente nos falta es aquello que preguntamos: la libertad.

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